dimarts, 16 d’octubre del 2012

Montjuïc_Olympiapark




La organización de unas olimpiadas, implica unas infraestructuras a menudo difíciles de inscribir y convivir con el tejido de una ciudad ya consolidada. Por esa razón, Múnich al igual que Barcelona cuenta con una colina olímpica.




Ambas topografías relevantes son muy referenciales, en Barcelona por su posición visible desde toda la ciudad, y por tanto punto de control sobre ésta. Sin embargo están llenas de diferencias. Mientras que en Barcelona, la pequeña montaña está cargada de simbolismo e historia (los asentamientos Íberos, el cementerio judío, la fortaleza de Felipe V para someter a la ciudad…) mientras que el Olympiapark, tal y como lo conocemos hoy, es de historia es muy reciente y ha consistido en acoger los juegos de 1972, además de importantes conciertos, o festivales anuales (Tollwood).

Pero aún más dispar es su génesis, la montaña barcelonesa remonta a la época de la Prehistoria, en la que era una isla y posteriormente península, y en cambio el parque olímpico muniqués fue creado artificialmente en pleno siglo XX. En unos terrenos a las afueras de la ciudad histórica, se construyó un aeropuerto en 1913, que fue posteriormente utilizado por la Luftwaffe durante la guerra. Pasada ésta, se acumularon en estos terrenos montañas de escombros de la ciudad. El resto fue ocupado en 1968 por una exposición anual de maquinaria Bauma, y una pista de patinaje. Para los juegos de 1972, se urbanizaron los espacios y se puso especial énfasis en vegetar toda el área.


Destaca el estadio olímpico, la piscina, y el pabellón de deportes que forman un gran conjunto de igual estructura, proyectado por el gran Frei Otto. También es protagonista la torre de telecomunicaciones del arquitecto Sebastian Rosenthal.



En referencia a su uso olímpico, Barcelona funciona como un collage de proyectos y épocas diferentes bajo el masterplan de Federico Correa, mientras que en Múnich es un conjunto más potente, orgánico y sólido. Sin embargo en Barcelona se trató con muchísima más sensibilidad el tema de las residencias de los deportistas: mientras que en Barcelona se aprovechó para experimentar con nuevas y modernas interpretaciones de la manzana del plan Cerdá y primer barrio marítimo de la ciudad, en Múnich “aterrizan” brutales construcciones que apiñan residencias creando bloques que son auténticas barbaries visibles incluso desde un avión.



Yo me quedo con el estadio olímpico, que recupera el espíritu griego y abre totalmente el espacio de competición al paisaje y sus alrededores.




Ambas ciudades han readaptado estos espacios al ocio pero en Múnich funciona mejor por su constitución de conjunto, por estar sus edificios menos separados, y por tener menor desnivel sus terrenos además de estar más centrados en la ciudad; atrayendo a multitud de gente que practica el jogging, van a nadar, festivales, conciertos gratuitos, otros de pago, eventos deportivos, mercadillos de segunda mano, o incluso sobrevolar con tirolina el estadio olímpico… pero por ejemplo en Múnich los estudiantes pueden por ejemplo bañarse en la piscina olímpica todos los días, o usar las instalaciones deportivas de cualquier deporte pagando un módico precio puntualmente o al semestre, y esto es un ejemplo de actitudes que no cuestan demasiado y mantienen más viva la ciudad olímpica.