Calton Hill vedría a ser
de Edimburgo lo que Montjuic de Barcelona, la montaña de la ciudad.
Curiosamente al igual que en Barcelona, éste no es el monte más alto (Arthur
Sit) pero si el que más ha participado en la ciudad.
Desde sus orígenes en los
que la administración se apropia de los terrenos del barón Calton, la población
de Edimburgo que vivía ahogada en la Old Town utilizaba las laderas de este
monte como espácio público y natural de la ciudad. En él se realizaron desde
concentraciones multitudinarias religiosas a la organización de juegos
tradicionales en temporadas festivas o un teatro al aire libre.
Durante la época del auge
(tardío) del Neoclasicismo, en Calton Hill se construyeron monumentos recordando
batallas y personas ilustres de la sociedad escocesa o británica; así como se
proyectó el Regent’s Garden, como jardín barroco para las clases más altas de
la sociedad. Pese a que no fue en esta época cuando la ciudad comenzaba a
colonizar el monte ya que a través se extensiones continuas y caminos el tejido
urbano había comenzado a bordear sus faldas; se sucedieron algunas operaciones
contundentes de gran escala que acabaron de romper el límite tamizado de la
ciudad con el Parque. La casa del Governador, la antigua cárcel, el proyecto de
urbanización de Regent y Royal Terrace... acabaron por impregnar de un carácter
elitista a aquel monte a las afueras de la ciudad tan necesario para el resto
de la ciudad.
Hoy en día es un
escaparate de estos edificios y monumentos turísticos que le han hecho perder
la autenticidad de sus orígenes.