La visita a Gracia me hizo recordar la trama urbana de
Ávila, ya que también es una ciudad donde es muy presente el vacio y la sucesión
de plazas, donde la malla y los nódulos que forman las calles, plazas o jardines
cogen mas importancia que el lleno.
De la misma manera, también es una ciudad donde se hace muy
presente la piel de los edificios, su material y textura, y por eso ha habido
una constante lucha por dejar monumentos y edificios emblemáticos libres de
edificaciones adosadas.
A pesar de todo esto, existe una plaza que ha sido fuente de
numerosas problemáticas, que es la plaza de Santa Teresa. Esta plaza, se
compone de dos monumentos en sus dos extremos, que son la iglesia de San Pedro
y la muralla, donde se encuentra la puerta del Alcázar, unidos por una fachada
porticada.
La plaza ha sido fruto de modificaciones, como la de
realizar un aparcamiento subterráneo que despeja de coches el centro histórico,
y otras, a cargo de Rafael Moneo, que
entre ellas se incluyen, prescindir del tráfico rodado y los respectivos
desniveles por los cuales circulaban, y trabajar la plaza desde la topografía y
el pavimento. Con esto, se pretendía enfatizar también los dos monumentos.
Una de sus actuaciones que ha causado gran polémica es la realización
de un edificio que tapa el anterior balcón que presentaba la plaza, el cual
proporcionaba a esta soleamiento y preciosas vistas al valle de Amblés. Los principales motivos por los cuales no ha
sido de agrado a los abulenses es la obstaculización de las vistas, la gran
sombra que proporciona durante el año haciendo de esta plaza una plaza fría y
porque desentona ante la cabecera románica del conjunto.
Antes y después
Sombra del edificio en verano
Conjunto