El año pasado tuve la suerte de romper mis esquemas y
experiencias urbanas habituales para vivir en Múnich, una ciudad totalmente
diferente de Barcelona. Voy a hablar de mis sensaciones.
A pesar de tener un número de habitantes muy similar, goza del
triple de área de Barcelona, y el enclave de la capital bávara es al pie de los
Alpes (1 hora en tren), que se hacen visibles desde cualquier ático de la
ciudad en un día soleado. Estas dos características le dan un ambiente “de
pueblo” reconocible en casi todos sus barrios. Por su escasa topografía y el tráfico
tan dulcificado, es de verdad una ciudad en donde conducir bicicleta es seguro
y cómodo hasta en aquellas calles sin carril bici.
Debido a la densidad media – baja que tiene la ciudad (casi
nunca los edificios sobrepasan PB + 4, y además existen barrios enteros de
casas unifamiliares), se concentra la actividad comercial en el centro histórico,
y que se complementa mucho con pequeños comercios en los barrios próximos.
Me llamó muhco la atención del plan de ensanche del barrio “Maxvorstadt”
en que se disponen coronas variables (por ejemplo de 120x190 metros), y dentro
de ellas se inscriben otras barras, con todo un sistema de calles secundarias
que esconden aparcamientos, basuras, y zonas verdes que permiten dotar de una
tranquilidad absoluta a las viviendas, a pesar de la proximidad con el centro. En
la escuela de Barcelona se defiende mucho el ensanche de nuestra ciudad, pero
me parece más complejo, rico, y humano el de Múnich.
Si Barcelona tiene monumentos interminables, los de la
ciudad fundada por monjes se pueden contar con los dedos de las manos, pero
poseyendo en cambio enormes zonas verdes muy céntricas, por ejemplo el
Englischer Garten (que es de mayores dimensiones que el Central Park), o el
Teresienwiese que en pleno centro se reserva para grandes acontecimientos como
el Oktoberfest (y que no se ha trasladado al extrarradio para edificar en él,
como se haría probablemente en Barcelona). Los habitantes no dudan en disfrutar
de estos espacios desarrollando cualquier actividad, incluso slagline, yoga o
jugar a bádminton. Un río (el Isar) con diferentes orillas de grava substituye
la playa, y en diferentes zonas se permite la realización de barbacoas y
fiestas privadas. Todos los días a partir de las 7 de la tarde los bares se
llenan de gente que sale del trabajo, o que ya habiendo cenado van a tomar una
cerveza entre amigos.
Como crítica debo decir que muchos edificos de Múnich tienen
un interés arquitectónico bajo por haber sido construidos con prisa y poco
presupuesto en la postguerra (el casco histórico quedó arrasado al 80%). También se echa
de menos plazas interesantes con bancos o zonas de estar, ya que normalmente son
espacios conquistados por terrazas.
Me da la sensación de que la sociedad de la capital bávara es quizá un poco más aburrida que las mediterráneas, pero
sin embargo es más seria y menos autodestructiva. Y eso, se refleja en algunas
decisiones políticas con respecto a la ciudad y el trato a sus habitantes.