Antiguas fabricas de Can Ricart
Los primeros días que pasé en Barcelona, quedé fascinado con la
mezcla de edificios antiguos y modernas que coexisten para formar un
aspecto único en la ciudad. San Clemente, mi pueblo de nacimiento, no
empezaba desarrollarse hasta los años sesenta, y por eso nunca había y
nunca hará fábricas antiguas. La idea de reconvertirlo en vez de
destruirlo, y darle una nueva función me parece como una solución
brillante y eficaz al problma de optimizar el espacio en una ciudad.
También da un aspecto artístico a la ciudad. Preservar los edificios
antiguos es preservar la historia, y las memorias de una manera de vida
ya pasada. Estoy un poco celoso: en San Clemente, como pueblo
relativamente nuevo, no existe edificios tan viejos que sirven como
memoria de otro tiempo. El efecto es que toda la arquitectura del pueblo
es congruente, y todo parece más o menos igual.
No es decir que no hay necesidad de destruir algunos edificios que ya
no pueden servir para nada, pero se nota que los barrios con más
personalidad son ellos que contienen edificios antiguos y reconvertidos,
como la fábrica de Can Ricart. Ayuda a una ciudad establecer su propia
identidad, y la identidad de Barcelona es una con mucho orgullo.