dilluns, 14 de gener del 2013

No a la repetición, sí a las vivencias


Que repetir algo hasta la saciedad empobrece la creatividad no es un secreto. Y que una mentira dicha muchas veces se acaba aceptando como verdad, tampoco.

El otro día vi una entrevista del cocinero Ferran Adrià, me dio que pensar. En ella él decía que nunca había estado en una escuela de cocina, y que si había llegado a entender la cocina como lo hacía, era porque nadie le había dicho nunca “esto tienes que hacerlo así”, sino que basándose en sus propias observaciones y experiencias, había llegado al clímax culinario. Y entonces me dí cuenta de que los arquitectos más admirados, a menudo tampoco han pasado por la escuela.



¡Vamos a cuestionar lo aprendido! Me voy a permitir dejar de repetir lo que me han dicho, para crear mi juicio. ¿Alguien se altera si digo que el plan Voisin de Le Corbusier me recuerda  a los régimenes totalitarios? ¿Puedo decir que Wright se aprovechaba de sus estudiantes en Taliesin III? ¿Me negarán el título si digo que roza lo hortera ir a África  a buscar el pedrusco más grande de ónice como hizo Mies van der Rohe para el pabellón Barcelona? ¿Puedo expresar mi idea de que el Eixample de hoy en día (beatificado en el ETSAB) me parece pobre, monótono, gris, repetitivo, aburrido, y por el tráfico actual inhumano?



Las anteriores actitudes son muy diferentes del parc del Clot. El arquitecto Dani Freixes, es un personaje multidisciplinar muy humano e interesante que emanaba sensibilidad y empatía a cada frase que decía en su visita guiada por el parque. Y eso es plausible en su obra: desde las antiguas arcadas recuperadas, hasta crear tantos ámbitos en un espacio verde de dimensiones justas pero que nos hace olvidar Barcelona por un momento.  




Otro ejemplo que me fascina es el proyecto del Parc Güell, de Gaudí. La intención del arquitecto era en un monte pelado -por ser roca caliza superficial-, crear una estructura capaz de retener el agua y permitir la vida vegetal en ella. Para ello el parque cuenta con  acueductos, depósitos, vierteaguas, muros  de contención a junta abierta o cerrada  –según interesa que supuren agua-, elementos en piedra que en determinadas condiciones climáticas condensan vapor de agua y garantizan un regado contínuo, etc. Y en contra de lo que los jardineros del parque hacen (podar  las plantas para enseñar la arquitectura), Gaudí deseaba ver en su obra cómo el triunfo de la vida vegetal que antes no podía crecer en ese lugar. Todo un ejemplo de parque mediterráneo, que demuestra que también existe el verde en nuestras tierras siempre que plantemos especies autóctonas o similares y sepamos retener el agua. Es una actitud que nuevamente supera la forma, va mucho más allá. Tuve la suerte de asistir a una conferencia de Albert Cuchí sobre el tema, espectacular.



Otro parque increíble es el Englischer Garten en Múnich. Más allá de su forma y tamaño, su esencia me fascina. Un espacio de dimensiones desorbitadas (mayor que el Central Park de NY), que no queda cerrado por la noche, con múltiples conexiones, en el que todo ciudadano tiene lugar y puede desarrollar la actividad que quiera: se puede encontrar gente desnuda tomando el sol, gente tocando instrumenos, un partido de fútbol en el que cualquiera se puede apuntar pues el campo no tiene límites, una pareja paseando, un chalado practicando thai chi, funambulistas, niños en bicicleta, gente haciendo footing -y más divertido que el mejor gimnasio-, surfistas en el canal, bañistas en el frío arroyo, una pareja besándose, un ejecutivo relajado leyendo un libro… y la lista no tiene fin porque casi todo tiene ahí lugar: pues la intención y la arquitectura lo permiten. Sí arquitectura, porque es sobretodo paisaje. En ese parque, cualquiera encuentra la felicidad, y lo más sorprendente es que no lo hayan recortado para edificar más pisos (como ocurriría aquí). 





A diferencia del parc Güell le sobra el agua, y cae en el formalismo al buscar cierto pintoresquismo y crear canales artificiales simplemente para generar más percepciones, pero de cualquier modo permite que en él ocurran tantas cosas y concede tanta libertad a  los usuarios (también desde voluntades de confianza política en el ciudadano) que me parece increíble. En este sentido es muy diferente de otro parque genial, el parc del Clot. Son totalmente opuestos pero excelentes ambos. El del Clot sectoriza funciones, es de dimensiones mínimas, aprovecha preexistencias como arcadas de piedra, pero en cambio es un parque bastante resistente, ya que teme el vandalismo de la postguerra española. En cambio el Englischer Garten más anciano es de tamaño casi inabarcable a pie, se inventa topografía e incluso canales para aportar cierto pintoresquismo y variación de paisaje, pero su cualidad es justamente secotorializar poco, que es posible por su gran tamaño permitiendo convivir con holgura las diferentes actividades. Los tres parques Güell, Clot, y Englischer entienden el espacio que trabajan, y en función de eso atacan con la actitud adecuada cada proyecto. 

Sin embargo creo que no debemos temer el vandalismo, sino crear una conciencia de colectivismo como ya tienen otros países. Además la gente acaba respondiendo a como es tratada, y cuando se les considera monstruos responden como eso. Un ejemplo bueno de eso es cómo respondió la gente a la dictadura. Otro caso más relacionado con la arquitectura es la biblioteca de la facultad de farmacia en Alcalá de Henares proyectada por Víctor López Cotelo, que al ser amueblada con un mobiliario muy fino, se temía desde las administraciones que durara poco. El resultado fue que la gente se dio cuenta de la calidad del espacio y lo bien que eran tratados y entendidos por éste, devolviéndole ese respeto a la arquitectura.



La imagen del arquitecto mediático no ha favorecido a la profesión. Debemos dejar de idolatrar a algunos señores, para abrazar el concepto global de nuestra responsabilidad y desacreditar a los que venden fotos cool en revistas. Me gustaría saber cuántos premios de arquitectura se dan, sin que el jurado haya visitado la obra y se rijan únicamente por fotos de revistas. Lo mejor que tiene esta asignatura, es que por fin no aprendemos arquitectura limitados por fotos o planos, sino que salimos a la calle para sentirla, experimentarla, y conocerla como lo hace el usuario. Es entonces mediante la experiencia que tenemos vivencias, y éstas quedan abstraídas y grabadas en nuestra memoria para siempre, formando parte de nuestros recursos proyectuales más sinceros. ¿Cómo podría proyectar un patio alguien que nunca se ha sentido niño?