Que repetir algo hasta la saciedad empobrece la creatividad
no es un secreto. Y que una mentira dicha muchas veces se acaba aceptando como
verdad, tampoco.
El otro día vi una entrevista del cocinero Ferran
Adrià, me dio que pensar. En ella él decía que nunca había estado en una
escuela de cocina, y que si había llegado a entender la cocina como lo hacía,
era porque nadie le había dicho nunca “esto tienes que hacerlo así”, sino que
basándose en sus propias observaciones y experiencias, había llegado al clímax
culinario. Y entonces me dí cuenta de que los arquitectos más admirados, a
menudo tampoco han pasado por la escuela.
¡Vamos a cuestionar lo aprendido! Me voy a permitir dejar de
repetir lo que me han dicho, para crear mi juicio. ¿Alguien se altera si digo
que el plan Voisin de Le Corbusier me recuerda a los régimenes totalitarios? ¿Puedo decir que Wright se aprovechaba de sus estudiantes en Taliesin
III? ¿Me negarán el título si digo que roza lo hortera ir a África a buscar el pedrusco más grande de ónice como
hizo Mies van der Rohe para el pabellón Barcelona? ¿Puedo expresar mi idea de
que el Eixample de hoy en día (beatificado en el ETSAB) me parece pobre, monótono, gris,
repetitivo, aburrido, y por el tráfico actual inhumano?
Las anteriores actitudes son muy diferentes del parc del Clot. El arquitecto Dani Freixes, es un personaje multidisciplinar muy humano e interesante que emanaba sensibilidad y empatía a cada frase que decía en su visita guiada por el parque. Y eso es plausible en su obra: desde las antiguas arcadas recuperadas, hasta crear tantos ámbitos en un espacio verde de dimensiones justas pero que nos hace olvidar Barcelona por un momento.
Otro ejemplo que me fascina es el
proyecto del Parc Güell, de Gaudí. La intención del arquitecto era en un monte
pelado -por ser roca caliza superficial-, crear una estructura capaz de retener el agua y permitir la vida
vegetal en ella. Para ello el parque cuenta con
acueductos, depósitos, vierteaguas, muros de contención a junta abierta o cerrada –según interesa que supuren agua-, elementos
en piedra que en determinadas condiciones climáticas condensan vapor de agua y
garantizan un regado contínuo, etc. Y en contra de lo que los jardineros del
parque hacen (podar las plantas para
enseñar la arquitectura), Gaudí deseaba ver en su obra cómo el triunfo de la
vida vegetal que antes no podía crecer en ese lugar. Todo un ejemplo de parque mediterráneo, que demuestra que también existe el verde en nuestras tierras siempre que plantemos especies autóctonas o similares y sepamos retener el agua. Es una actitud que nuevamente supera la forma, va mucho más allá. Tuve la suerte de asistir a una conferencia de Albert Cuchí sobre el tema, espectacular.
Otro parque increíble es el Englischer Garten
en Múnich. Más allá de su forma y tamaño, su esencia me fascina. Un espacio de
dimensiones desorbitadas (mayor que el Central Park de NY), que no queda cerrado por la noche, con múltiples
conexiones, en el que todo ciudadano tiene lugar y puede desarrollar la
actividad que quiera: se puede encontrar gente desnuda tomando el sol, gente
tocando instrumenos, un partido de fútbol en el que cualquiera se puede apuntar
pues el campo no tiene límites, una pareja paseando, un chalado practicando
thai chi, funambulistas, niños en bicicleta, gente haciendo footing -y más
divertido que el mejor gimnasio-, surfistas en el canal, bañistas en el frío
arroyo, una pareja besándose, un ejecutivo relajado leyendo un libro… y la
lista no tiene fin porque casi todo tiene ahí lugar: pues la intención y la
arquitectura lo permiten. Sí arquitectura, porque es sobretodo paisaje. En ese
parque, cualquiera encuentra la felicidad, y lo más sorprendente es que no lo
hayan recortado para edificar más pisos (como ocurriría aquí).
La imagen del arquitecto mediático no ha favorecido a la profesión. Debemos dejar de idolatrar a algunos señores, para abrazar el concepto global de nuestra responsabilidad y desacreditar a los que venden fotos cool en revistas. Me gustaría saber cuántos premios de arquitectura se dan, sin que el jurado haya visitado la obra y se rijan únicamente por fotos de revistas. Lo mejor que tiene esta asignatura, es que por fin no
aprendemos arquitectura limitados por fotos o planos, sino que salimos a la calle para
sentirla, experimentarla, y conocerla como lo hace el usuario. Es entonces mediante la
experiencia que tenemos vivencias, y éstas quedan abstraídas y grabadas en
nuestra memoria para siempre, formando parte de nuestros recursos proyectuales más sinceros. ¿Cómo podría proyectar un patio alguien que nunca se ha sentido niño?