dimecres, 12 de desembre del 2012

Chabolismo en "Las graveras"



Como bien vimos en la visita, se trata de uno de los puntos de la ciudad donde aparecieron barracas que posteriormente fueron desbancadas.
Se trataba de un punto estratégico (geográficamente), y en él se dispuso una batería de cañones antiaérea durante la guerra civil que contraatacaría al enemigo.
Después de la guerra se aprovecharon las estructuras para levantar un barrio de barracas, el Barri dels Canons que estuvo hasta 1990.
El barrio llegó a tener 110 barracas y 600 habitantes.En 1963 Aigües de Barcelona dispuso allí su depósito y de este modo se encontró la manera de abastercer al barrio de agua corriente.




Algo similar ocurre en "Las graveras", Zaragoza. Se trata de un barrio  situado en la parte este de Torrero le debe su nombre al padre Emilio Pérez Vidal, sacerdote que cedió varios terrenos en los que se construyeron casetas. Desde los años cincuenta y hasta 1978 más de cien familias gitanas poblaron la zona del barrio conocida como "Las Graveras" al norte del barrio junto al Canal.


Este poblado se demolió finalmente para dar paso a lo que hoy conocemos como el Parque de la Paz, justo en la zona en la que se junta con la Rotonda de la Villa de Pau. Este parque es hoy uno de los pulmones de la ciudad de Zaragoza que cuenta con una de las mayores masas forestales.




JUEVES, 12 de agosto de 1982

El Ayuntamiento de Zaragoza y Obras Públicas comienzan el asentamiento de los gitanos de la ciudad

"Esto es el comienzo de la redención", decía el padre Damián -el cura de los gitanos- durante el traslado de las familias asentadas en las chabolas del barrio de La Paz, de Zaragoza, a sus nuevas viviendas. Ciento quince casas de propiedad municipal que construyó el Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo, y que son el resultado de una campaña para la erradicación del chabolismo, sin precedentes en otras ciudades por los múltiples organismos que han colaborado en ella.

El lunes pasado, después de años de gestiones, las chabolas del barrio de La Paz -las graveras, como se las conocía en Zaragoza- comenzaron a caer, una a una, bajo la piqueta del Ayuntamiento, acabando con uno de los mayores focos de inmundicia que tenía la ciudad.Las llaves aún no se han entregado oficialmente y está pendiente de conexión la energía eléctrica, pero las 115 familias gitanas beneficiarias ya tienen su casa, la primera de toda su vida en la mayor parte de los casos. "Esto es como un palacio", dicen muchos al entrar, y todos se deshacen en alabanzas hacia, sus nuevas viviendas, por más que las familias numerosas -y entre los gitanos abunda esta circunstancia- manifiesten alguna queja por el mayor espacio del que otros, menos prolíficos, disponen. Porque todas las casas son exactamente iguales, unifamiliares, de construcción muy digna y según un estudio de las necesidades de sus inquilinos.

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En 1975 comenzaron las gestiones para la construcción de estas viviendas que ahora se han hecho realidad. El proyecto se incluyó en la programación trienal del MOPU para los años 1980-1982, y en junio de 1980 se firmó la escritura de cesión de terrenos (entonces propiedad de la Caja de Ahorros de Zaragoza.) y se creó la comisión mixta de erradicación del chabolismo, compuesta por el MOPU, Diputación Provincial, Ayuntamiento, Arzobispado-Cáritas (que había dedicado su campaña de Navidad de 1979) y la propia Asociación de Promoción Gitana.Construidas las, viviendas, la firma del convenio de cesión al Ayuntamiento tuvo lugar el pasado día 20 de julio, con unos meses de retraso por problemas burocráticos. Los casi 169 millones de pesetas que se han invertido los financió el MOPU, que costea también un 30% a fondo perdido. El 70% restante corre a cargo del Ayuntamiento, que habrá de reintegrarlo al Ministerio en veinticuatro años (el 75%, sin intereses, y el otro 25%, con un 5% en concepto de préstamo).

Un poco porque las graveras se han de convertir en zona verde para el barrio de La Paz y otro poco para evitar que las chabolas desalojadas se pueblen de nuevos inquilinos, al traslado siguió el lunes un efectivo ritual. Cada familia empaquetaba sus enseres, los colocaba en un camión que había facilitado el Ayuntamiento o en vehículos particulares y, a continuación, la pala excavadora echaba abajo lo que quedaba en pie de la chabola.

Muchos payos del barrio de La Paz contemplaban la escena, y más de uno habrá dado un respiro de alivio. La Paz tiene 35.000 habitantes; en cambio, el nuevo barrio -unos dos kilómetros más allá sólo colinda con unas pocas fincas particulares y con la quinta Julieta -de donde recibe el nombre-, propiedad de la comunidad jesuita y uno de los más clásicos lugares de la ciudad para ejercicios espirituales de postín.

Los nuevos vecinos son muchos menos, pero uno ya ha anunciado que tiene la escopeta preparada por si a alguien, se le ocurre meterse en sus campos, y otro se presentó, muy exaltado, a la Policía Municipal -mediada la mudanza- para decir que le habían inundado los campos de caballerías y le habían robado los tomates, anunciando su intención de inyectar veneno en algunas hortalizas.

El padre Damián se indigna: "Apenas tendrán seis caballerías entre todos. Están guardadas en el establo comunal. Hay también un gran barracón para hacer trabajos manuales, habrá -no hay- tiendas, escuela..., pero no se ha previsto lugar para el sacerdote". "Es un momento muy dificil, el decisivo, hay que ayudarles a que den el paso... Yo les conozco, he sacado a sus nietos del juzgado y tengo el corazón roto -es verdad, me ha dado un infarto-. Esto es muy duro, es imprescindible creer en la humanidad, pero el que no crea en Dios no puede seguir en esto".