dilluns, 14 de gener del 2013

El ensanche de León


En mi último escrito sobre León, quisiera hablar de su ensanche y el desarrollo de éste, entendiéndolo como en el caso de Barcelona como uno de los elementos imprescindibles para comprender la fisonomía de la ciudad en la actualidad.


Los primeros ensanches de poblaciones en España, se realizaron en el siglo XVIII bajo la dirección de ingenieros militares, la mayoría formados en la Academia de Matemáticas y Fortificación de Barcelona, en poblaciones elegidas por el gobierno como nuevos arsenales marítimos. La necesidad de alojar al personal al servicio de los mismos, hizo que los ingenieros militares creasen ensanches como en Cartagena, Ferrol, Águilas (Murcia) y el barrio de la Barceloneta, por el que pudimos pasear en una de nuestras primeras visitas por Barcelona.


Para las demás poblaciones como es el caso de León o el del Eixample de Barcelona, los ensanches datan de finales del siglo XIX, en plena Revolución industrial, cuando el crecimiento demográfico y las nuevas actividades industriales, que necesitaban gran cantidad de terreno, obligaron a la urbanización de los terrenos rústicos en los extramuros de la ciudad. Este crecimiento permitió adaptar las ciudades a los nuevos medios de transporte como el ferrocarril del mismo modo que se trataba de solucionar los problemas de salubridad e higiene que presentaban los cascos viejos de muchas poblaciones.


En 1863 llega el ferrocarril a la ciudad de León, ubicándose la nueva estación en la margen derecha del río. Este cambio en la situación urbana de la ciudad induce al ayuntamiento a dar contenido teórico al ensanche, siendo el jefe municipal de obras públicas, José Manuel Ruiz de Salazar, quién define los elementos urbanísticos que ha de contener el nuevo barrio de la ciudad.





En un primer estudio, publicado en 1889, ya se definen algunos elementos característicos que se han conservado en la actualidad, tales como el carácter vertebrador de la avenida de Ordoño II en la nueva trama urbana. Así mismo, este estudio también recoge la creación de un pulmón verde, que tiene su equivalencia actualmente en la avenida Lancia de la capital leonesa. Sin embargo, dada la escasa viabilidad del estudio de 1889, el ayuntamiento convoca un concurso siete años más tarde que engloba los terrenos del anterior estudio menos los pertenecientes al monasterio de San Claudio, quedando la actuación en 55 hectáreas.

El  nuevo proyecto se diseñó con tres objetivos: el primero fue el de un "urbanismo higienista", es decir, el proyecto del ensanche leonés velaba por la pureza del aire planteando la construcción de redes de saneamiento y orientando las calles, incluso, a la dirección de los vientos. El segundo era la de consolidar el desarrollo de León hacia el oeste, acercando el centro al nuevo núcleo ferroviario emergente más allá del río. El tercero y último fue el de cubrir la expectativa de la ciudad, ya que según recogía el proyecto; "León es una ciudad que está aumentando, está saliendo de su letárgico sueño y ha de tener en poco tiempo un notable crecimiento, quizás en armonía con el Ensanche proyectado con ser éste grande".




El único trabajo que se presenta recoge todos los elementos esenciales en la trama viaria que el ayuntamiento de León exigía en el concurso. Así, el proyecto recoge como centros de referencia las plazas de Santo Domingo, centro geométrico tras la expansión de la ciudad con el ensanche, la plaza de Guzmán el bueno, centro de distribución del tráfico entre la ciudad nueva y la vieja y la plaza de San Marcos, donde se buscaba conectar la ciudad vieja con el antiguo convento, ya por entonces declarado monumento nacional.


Por todo ello, el proyecto original planteaba la Gran Vía de San Marcos como principal eje viario, siguiendo los preceptos del Eixample de Barcelona de Ildefons Cerdà. El trazado de manzanas cuadriculadas, de una importante extensión, marcó el trazado de esta vía y una vía "diagonal", Ordoño II, (semejante a la avenida Diagonal) se ordenó con un sistema de manzanas triangulares. El proyecto se vino abajo de inmediato, con una serie de modificaciones que no permitieron su aprobación hasta 1935.



Una vez aprobado el proyecto, el desarrollo del ensanche se topó con el inconveniente de la falta de recursos del ayuntamiento. Y es que a pesar de que ya en el siglo XIX se contemplaba la financiación del proyecto, el ministerio de hacienda tardó 6 años en entregar las cifras de los contribuyentes sobre los que había que aplicar el recargo por la urbanización de los terrenos. El desarrollo del ensanche fue lento por la normativa municipal que prohibía la implantación de industrias y viviendas obreras. Además, la escasa demanda y la falta de servicios públicos retrasaron el desarrollo total mientras la ciudad se expandía en el extrarradio con nuevos barrios obreros. Es por ello que el ensanche se desarrolla a lo largo de décadas, en función de la demanda de la clase acomodada de la ciudad.

Hoy, sin embargo, y después de más de un siglo desde su propuesta inicial, el ensanche se ha convertido en el verdadero centro de León, donde se encuentran la gran mayoría de sedes institucionales y empresariales, ejes comerciales y el grueso de las áreas residenciales de la ciudad, en un caso paralelo al del Eixample de Barcelona.